(Crucifixión y muerte de Jesús). La confianza en Dios, siempre
triunfará. Dios usará muchas cosas para llevarnos al cumplimiento de su plan,
algunas dolorosas como ésta (la crucifixión). Nuestra vida puede experimentar
cambios repentinos, incomprensibles, difíciles, quizá dolorosos, pero siempre
al final comprobaremos una cosa: Dios es bueno, y sabe lo que hace…
CRUCIFIXIÓN
Y MUERTE DE JESÚS (3ª Parte)
“Y era
como la hora de sexta, y fueron hechas tinieblas sobre toda la tierra hasta la
hora de novena. Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rompió por
medio. Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró”, Lucas 23:44-46.
Dios siempre nos
impulsa hacía el cumplimiento de su voluntad, por eso podemos confiar en sus
poderosas manos. Jesús dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” la
palabra encomiendo es traducida del gr. paratithemi, que también significa:
poner cerca de, encomendar, confiar, ofrecer, depositar. Jesús depositó,
ofreció o confió su vida totalmente en las manos de la voluntad del Padre
celestial.
El momento que enfrentaba era el más difícil de su vida, y lo que lo
llevó a triunfar, fue esa profunda confianza en Su Padre, que “no lo dejaría en
el Hades, ni permitiría que su carne viera corrupción”, (Hch. 2:27).
Cuando
tú confías en Dios, la creación, el reino espiritual, y los hombres
glorificarán al Señor, veamos lo que ocurrió: “Cuando el centurión vio lo que había
acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo”,
Lc. 23:47. El centurión romano (un gentil, capitán de 100
soldados romanos), dio gloria a Dios, afirmando la justicia e integridad de
Jesús. Vemos pues que, al final aunque el proceso sea difícil, reconocerán que
Dios está contigo.
“Y toda la multitud de
los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido,
se volvían golpeándose el pecho”, (Lc. 23:48). Toda
la multitud que le seguía y sus conocidos que venían desde Galilea, vieron lo
sucedido: Jesús había muerto. Quizá muchos pensaron: “bueno, todo esto acabó
aquí”.
Sin embargo, Jesús confió en su Padre celestial, confió en Sus promesas
(que al tercer día lo levantaría de entre los muertos) y tres días después,
ángeles y demonios, discípulos y seguidores, eran testigos de su victoria sobre
la muerte, Cristo había resucitado.
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Fueron
días difíciles para los discípulos (soledad, fracaso, desanimo…), y aún para
las multitudes, pero eran tiempos de
cambio… (A veces no entendemos los cambios a los cuales Dios nos
somete, pero él sabe lo que hace, era necesario lo que estaba sucediendo). Pues
nacería la Iglesia del Señor, vendría el derramamiento del Espíritu Santo, los
apóstoles y la iglesia caminarían en nuevos niveles de unción, poder y
autoridad, el evangelio llegaría a los confines del mundo conocido…
Reflexión final:
Dios sabe lo que hace, todo está en sus manos y en esa verdad, debe descansar
nuestro corazón. Debemos confiar en el Señor en medio de los tiempos difíciles,
con temor de Dios conducirnos en nuestra vida, y con la confianza de que Dios
continua en su trono gobernando y tiene el dominio de todas las cosas.
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